domingo, 23 de marzo de 2008

BEGIN THE BEGINE

Repicar con el sóngoro cosongo,
morirme de sed en los desiertos de John Ford,
mirar con los ojos de Borges,
que son acaso los de Homero,
y tratar de descifrar el laberinto,
besar a la primera que me mienta diciendo que
no se irá,
seguir sangrando por la herida que dejaron
todas las que hasta entonces dijeron eso mismo,
pedirles encarecidamente perdón
a las que prometí no irme nunca,
levantarme y andar, como Lázaro,
camino de nada, como Krahe,
naufragar como Corto Maltés en los mares del Sur,
resignarme a ser un marinero en tierra,
bajar al bar de la esquina, subir la cuesta Moyano,
quemar el Ministerio de Hacienda,
piruetear como el bufón de la Sonatina de Rubén,
mear en el Café Gijón, por ver si se pega algo,
cabalgar con John Wayne, disparar con Clint Eastwood,
sorber el mal de las flores de Baudelaire,
llorar con José Alfredo, que sigue siendo el rey
de los amigos del hombre, reír con Sabina,
discriminar negativamente en base a lo quiera,
acampar en la Puerta del Sol,
comer, joder y caminar con Camilo José Cela,
sacarme en Las Ventas una barrera del 9
y tirar almohadillas a los del 7, malditos sean,
meterme las manos en los bolsillos,
presumir de tener un amigo gay,
oler el Diccionario,
volver a reír con José Alfredo
y a llorar con Sabina (o era al revés),
presumir de tener un amigo negro,
volar en el Metro y comprobar
que los frikis vienen arrasando,
salir a perder el tiempo en busca del tiempo perdido,
consumir, traficar en el bendito mercado negro,
bajarme en Atocha,
dar plantón a Godot, gastar en el top manta,
plañir una ranchera, acunar un bolero, pedalear un tango,
saber que en inglés se dice “daydream”,
viajar a París a oler la lluvia que decía Sabrina,
correr en bicicleta a Tombuctú,
pensar que uno es feliz, tratar de convencerse,
no cortarse las venas al comprobar que no y
conformarse con haberlo sido alguna vez,
mirarle el culo a la vida y, si se vuelve y nos sonríe,
no dejarla escapar,
patearse el Rastro recordando
el optimismo gordo de Ramón,
concertar una cita con las musas y sentarse a esperarlas,
respirar los campos de Castilla,
mirar el mar, el mar, y no pensar en nada,
mentir piadosamente,
levantarse y volverse a agachar en el patio de casa,
quitarse la máscara, sacar al balcón la bandera pirata,
mojar los periódicos, engordar la biblioteca,
mojar la televisión, cocinar la radio,
ir al cine a esparcir palomitas,
contratar un crucero que haga escala en Ítaca,
dejarse seducir por las sirenas,
conseguir olvidarlo de una maldita vez,
renacer Macondo, naufragar Venecia, caminar Madrid,
no prestar atención, correr sin rumbo cierto… Y otra vez a volver
a volver empezar.

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